miércoles, 9 de octubre de 2013

ORACIÓN DE LA MAÑANA 9 DE OCTUBRE

EL FARISEO Y EL PUBLICANO: Segunda reflexión-oración
 
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14: “Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: -¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.


Jesús escucha siempre nuestra oración y ve también siempre con qué actitud nos dirigimos a él.
 
¿Qué destaca Jesús  entonces en esta segunda parte de la parábola?:
  • Dos formas de orar a Dios.
  • Una de ellas, la del fariseo, consiste en ver sólo lo malo de los demás y sólo lo bueno suyo.
REFLEXIÓN: Hoy nos fijamos en la actitud interior y exterior de este hombre fariseo que reza: permanece de pie, como demostrando estar casi a la misma altura de Dios ¿en la bondad y en el amor? No, porque él  cree que es suficiente, para ser bueno, rezar y cumplir todo lo que está mandado en la ley de Dios en cuanto a los ayunos y diezmos. Y, ¿lo que está escrito sobre el amar al prójimo como a uno mismo? Eso no lo tenía en cuenta puesto que se creyó más que el publicano que estaba allí rezando también y lo despreció acusándolo de que era malo. Que nos parece ¿es suficiente rezar y cumplir externamente lo mandado y no tener en cuenta el amor y la aceptación de los demás? Cuando rezamos ¿nos creemos mejores que los demás y los acusamos? (Silencio para pensar y responder). Como este hombre rezaba y cumplía la ley y no era bueno ¿lo mejor es no cumplir ni rezar? (Silencio para pensar y responder lo que sea correcto).

Oración. Hoy, Señor, sólo desearíamos pedirte dos cosas; una: humildad para acercarnos a ti y a los demás con consideración y respeto; dos: que nos ilumines para conocernos y aceptarnos a nosotros mismos tal como somos y no  como imaginemos que deseamos ser. Te lo vamos a pedir con la fuerza de la oración que tú nos enseñaste: el Padrenuestro.